¿Aún queda algo por fotografiar?



Après quelques tours du monde,

seule la banalité m'intéresse encore

Sans Soleil, Chris Marker

I

Son las 8 a.m. y comienzo un nuevo día. Casi por inercia, me sumerjo en el océano virtual de las redes sociales. Deslizo mi dedo por la pantalla y me convierto en una espectadora de los momentos especiales de mis amigos y conocidos. Paradójicamente, me siento excluida de ellos. Las imágenes que inundan mi dispositivo abarcan desde celebraciones de cumpleaños, viajes, bodas, graduaciones, hasta las más mundanas actividades diarias como visitas al gimnasio, cafés recién servidos y comidas del día. Todas ellas forman parte de las 6.900 millones de imágenes que se comparten diariamente en estas plataformas.

Por un momento, me siento abrumada por aquella avalancha visual. Sigo deslizando mi dedo por la pantalla, solo para encontrarme con un torrente de noticias, memes y enlaces que compiten por mi atención. Es entonces cuando la relevancia de las imágenes de mis amigos se desvanece en el vórtice de las redes, donde todo parece condenado a la efímera memoria virtual. Quizás hemos llegado a un punto en el que tomar fotografías se ha convertido en un acto compulsivo, un ritual obligatorio en los eventos de nuestra vida o en un pretexto para obtener validación social. Sin embargo, en este constante afán por capturar cada momento, parece que cada vez hay menos imágenes que realmente se destaquen y permanezcan en nuestra memoria.

En un mundo saturado de filtros y herramientas de edición, surge la pregunta: ¿qué queda por fotografiar? Me he percatado de que nos hemos vuelto predecibles ante la lente de la cámara; de manera automática, adoptamos nuestras mejores poses y ángulos, e incluso los niños de las nuevas generaciones están condicionados a posar para las fotografías con sus teléfonos celulares. Tal vez la crisis que enfrenta la fotografía en la actualidad esté relacionada con la pérdida de su carácter palpable. Al visualizar las fotos en una pantalla, se nos dificulta apreciar los pequeños detalles que las componen. Aunque podemos ampliarlas, reducirlas y modificarlas con facilidad, estas imágenes parecen quedar en un limbo digital, aguardando cobrar vida una vez impresas en papel. Aquello me hace pensar en cientos de crisálidas que no logran eclosionar.

Recuerdo aquellos álbumes donde mi madre atesoraba nuestras fotografías familiares. Cada imagen estaba cuidadosamente ordenada, ya fuera por orden cronológico o temático; teníamos álbumes dedicados a bodas, bautizos y viajes. La cercanía con esas fotografías hacía que los recuerdos adquirieran aún más significado para mí. Soy parte de esa generación nostálgica e insatisfecha,  que prefiere disfrutar de las imágenes impresas, lo que me lleva a buscar exposiciones fotográficas en museos.

Cuando me encuentro frente a esas imágenes expuestas, mi experiencia estética se prolonga más allá del momento presente. Según Susan Sontag: «El resultado más importante del empeño fotográfico es darnos la impresión de que podemos contener el mundo entero en la cabeza, como una antología de imágenes». Así, esos fragmentos del mundo o instantes encapsulados permanecen en mi memoria como testigos de momentos irrepetibles.

¿Qué puedo capturar con una cámara? Quizás sean los detalles imperfectos, lo inusual, lo inesperado; aquello que, en principio, no busca ser inmortalizado. No me considero una experta en el arte de la fotografía, tampoco cuento con el talento ni los medios necesarios; sin embargo, sé que una imagen memorable es aquella que estimula mi imaginación, que me lleva a cuestionar qué historias podría estar ocultando. Son aquellas que invitan al diálogo, que me permiten crear narrativas en mi mente. Me refiero a esas imágenes que dejan en mí una sensación similar a la que las olas dejan en el cuerpo después de regresar del mar. Como un vaivén que perdura durante horas y provoca una sensación placentera.

II

Las imágenes de Maier siguen grabadas en mi memoria con una intensidad persistente. Las sombras, las miradas, los reflejos las dotan de un aura enigmática que me cautiva. Tuve que esperar años para poder mirarlas de cerca. Cada fotografía revela una historia dentro de otra historia, incluso algunas de ellas se asemejan a un poema. La historia personal de Vivian, añade un halo de misterio y fascinación a su obra. Son pocos aquellos que tienen ese poder de capturar las cosas y volverlas inmortales, o bien, de entrelazar el tiempo y espacio en sus manos. 


1. Mujeres.  Foto de Pixabay
2. How many photos are there? (Statistics & Trends in 2024) https://photutorial.com/photos-statistics/
3. Vivian Maier, Self-portrait © Estate of Vivian Maier, Courtesy of Maloof Collection and Howard Greenberg Gallery, NY
https://www.vivianmaier.com/gallery/self-portraits/#slide-7






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