Sobre los libros que nunca leímos



Siempre he admirado a esos escritores cuyas infancias transcurrieron en amplias bibliotecas. Aquellos que crecieron leyendo a Julio Verne, Lewis Carroll o Michael Ende. Alguna vez, un poeta me contó que desde muy joven leía a Ezra Pound, lo más probable es que haya sido mera presunción. Una cosa es leer a un autor y otra muy diferente entenderlo.

    Decía Borges que su primera novela fue Huckleberry Finn. Su niñez transcurrió entre Poe, Cervantes y los cuentos de los hermanos Grimm, cabe mencionar que era un ávido lector en lengua inglesa. Lo anterior suena muy desalentador y es un golpe a la moral de los que nos iniciamos muy tarde en la lectura.

    Siempre me ha gustado observar programas sobre las vidas de los escritores famosos, esos donde aparecen testimonios y fotografías que relatan su camino en las letras. Me quedé maravillada con las historias de Olga Orozco, Idea Vilariño y Claribel Alegría. Noté que fueron niñas curiosas y que tuvieron espacios para desarrollar su creatividad. Me imagino igual de inquieta, aunque he de aceptar que nunca he podido tener algo de su talento. 

    En casa teníamos pocos libros. Recuerdo haber leído Ivanhoe y algunos sobre naturaleza. Contábamos con unas cuantas enciclopedias y mis favoritos eran los cuatro tomos de las Grandes Biografías. Mi madre conservaba muchas revistas. Se me viene a la mente una imagen suya con una caja llena de Vanidades. Si bien no tuvimos repisas llenas de autores clásicos, pudimos acceder a otro tipo de contenidos.

    Mis padres tenían diferentes preocupaciones, no los culpo. Crecí rodeada de juguetes y una inmensa casa de muñecas. Mi madre quería que viéramos otras cosas del mundo. Gracias a las revistas pude conocer a María Callas. Siempre sentí una profunda aflicción a leer la vida de Marilyn Monroe, quizá con diez u once años repetía el nombre de Norma Jeane Baker. Soñaba con los ojos de Elizabeth Taylor y su actuación en Cleopatra. Me provocaba curiosidad la muerte de Grace Kelly.

    Años más tarde, noté que en casa de mis abuelos se hallaban unos ejemplares de Faulkner y Gide. Probablemente, los tuve enfrente, pero nunca quise de leerlos. Pienso en lo difícil que ha sido formarme hábitos de lectura y escritura, pues jamás leí durante las vacaciones ni en el autobús. Solía ser una niña muy creativa e inventaba historias sobre personajes de épocas pasadas; sin embargo, al momento de comenzar una novela me invadía el aburrimiento. 

    Según Montaigne, cuando se fastidiaba de un libro, tomaba otro hasta que el tedio lo obligaba a leerlo de nuevo. También perdía el interés muy rápido. Seguramente, mi relación con la poesía tiene que ver con eso, aunque dice mi terapeuta que tengo varios indicios de trastorno por déficit de atención, lo cual es otra historia.

    Con el paso del tiempo, empeoró la situación familiar y comencé a frecuentar una biblioteca. Llegué a ser del agrado de la encargada y pude llevarme algunos libros a casa. Dejé de ir por la vergüenza que me provocó el olvido de un libro de Borges; aún lo tengo, la fecha de devolución era un martes dos de mayo. Ahora que lo pienso, de poco sirvió haber leído “Funes el memorioso”.

    La universidad fue una experiencia distinta. La Facultad de Lenguas tenía algunas clases de literatura, aunque la visión de la mayoría de los profesores era muy limitada. Vimos unos cuantos fragmentos de Molière, Victor Hugo, Baudelaire y Rimbaud. Nunca me interesaron Le Clézio y Amélie Nothomb. Agradecí cuando conocimos a los surrealistas, Sartre y Camus. He caído en la cuenta de que leíamos a pocas mujeres. De nuevo, eso amerita otra publicación. 

    Después de todo, los libros llegaron en el momento preciso, en especial los de poesía. Cuando me preguntan acerca de mi infancia y mis inicios en las letras, respondo con mi clásica historia sobre Sor Juana Inés de la Cruz y los concursos de declamación. Pocas veces menciono las revistas y mi bochornoso inicio como lectora. Pues bien, ahora lo saben. 



Comentarios

  1. Me resulta muy agradable e interesante conocer los orígenes de la curiosidad lectora desde la perspectiva de una poeta.

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  2. Gracias por compartir sobre tus inicios como lectora. Las biografías y los documentales son bellos e inspiradores, pero en ellos, al mismo tiempo, ya hay algo inevitable: el mito; lo circunstancial y lo pequeño son borrados, y lo que quedan son los rasgos de "grandes hombres" y "grandes mujeres". Posts como este muestran algo que yo veo que cada vez sale más a la luz: que la vida de un escritor no son sólo libros o grandes libros, sino que es la vida... de un ser humano.

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  3. Es un gusto leerte, Clau. Agradezco por la oportunidad que nos das al permitirnos adentrarnos un poco más en tus inicios dentro de este bello mundo de la lectura. Sin duda, las experiencias y nuestro entorno marcan una valiosa pauta de nuestra vida.

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