Sobre las azoteas

 


[…]hoy este día

me pertenece

porque

el sol está afuera y también es mío

Reynaldo Pérez Só

 

Las azoteas son los lugares olvidados de las casas. Allí se encuentran los tanques de gas, los tinacos, la ropa colgada, los lazos, los lavaderos, las antenas, los cables y las cosas que han dejado de servir. La gente con mejor suerte ha logrado convertirlas en terrazas y en jardines verdes. Mi conocimiento sobre azoteas se remite a fines prácticos: secar la ropa y tomar el sol. Azotea proviene del árabe sath (terraza o tejado). Anteriormente, el término tenía relación con un sitio de vista panorámica. Valeria Luiselli habla de la importancia de los cuartos de azotea para los artistas mexicanos de los años veinte. Los cuartos ignorados de los techos fueron los únicos espacios de libertad y expresión creativa para Alfonso Reyes, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Tina Modotti, Edward Weston, el Dr. Atl, Nahui Ollin, entre otros. Las azoteas también fueron una especie de oasis durante una época convulsa y enfrascada en el conservadurismo. Elena Poniatowska las veía como un lugar de torres silenciosas con color de lluvia y viento.

Yo disfruto de tomar el sol en la azotea. Escucho los pájaros, el ruido de los autobuses, el murmullo de los vecinos, el ladrido de los perros, los juegos de los niños. La ciudad se convierte en música de fondo junto con los vendedores de agua y fierro viejo. Pongo una toalla en el suelo, me recuesto a un costado de mi perro, leo un libro y escribo cosas sin importancia. Miro las nubes. Los cables parecen las venas del cielo. Observo la caminata exhausta de las hormigas. Descubro el aroma de los ladrillos mohosos. Me acompaña un caleidoscopio de ropa interior y cosas viejas.

No sé si algún día mi pequeño placer me pase factura. Pese al sombrero y al bloqueador solar, mis salidas al sol terminan dejando huella. Al día siguiente encuentro una peca o una mancha nueva. Mi azotea es mi pequeña isla de concreto. Recuerdo las tardes luminosas junto a Rilke y a Ida Vitale. Frente al sol soy invisible. Tal vez recostarme en la azotea sea una primitiva joie de vivre.

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